Escribir ¿para qué?

Escribir ¿para qué?#

Se puede escribir, como Platón, para estimular la reflexión en otros; como Homero, para cantar historias; como Aristóteles y los hombres de ciencia, para investigar la verdad; como Rabelais, Gógol y Swift, para satirizar; como Pascal, Milton y Kierkegaard, para entender a Dios; como Espinosa, para desentenderse de Dios; como Dalí y Johnson, para hacer dinero; como Hölderlin y Kant, para filosofar; como Keats y Gilberto Owen, para llorar las penas; como Borges y Shakespeare, para entretener; como Poe y Lovecraft, para inquietar; como Menéndez Pelayo, para educar; como Montaigne, para conocerse a uno mismo; como Michelstaedter, para aniquilarse a uno mismo; como Nietzsche, para consagrarse a uno mismo; como Balzac, para competir con el registro civil; como Goethe, para librarse de Shakespeare; como Byron, para purgarse de males; como Quevedo y Góngora, para pelear; como Johannes Climacus, para dudar; como Proust, para recordar; como Wilde, para asombrar; como Chesterton y Cervantes, por diversión; como Alfonso Reyes, por placer; como Pessoa, por inercia; como Virgilio, por encargo; como Henry James, por deber; como Kafka, por necesidad; como Dante, para cortejar; como yo, para provocar; pero escribir para ser leído, esa vulgar indecencia propia de zoquetes y pordioseros, es incluso infinitamente peor que escribir, como Schopenhauer y Cioran, para detestar y quejarse.

2020