Notas a Schumpeter

Notas a Schumpeter#

En la Historia del análisis económico, Schumpeter parece atribuir la idea de complacibilitas a san Antonino y la señala como precursora de la teoría del valor subjetivo (así como de desiredness, de Irving Fisher). En realidad, el término fue acuñado por san Bernardino de Siena, quien para ello se basó en los tres elementos que según Pedro Juan de Olivi —verdadero artífice de la idea en cuestión— constituyen el valor económico. Y aunque no sabría bien cómo justificar a Schumpeter por obviar a Bernardino (salvo quizá por su manifiesta intención de ceñirse a tratar como referente del siglo XIV a Antonino), sí me parece perfectamente entendible que ignorara a Olivi, puesto que no es nombrado por ninguno de los dos santos y fue olvidado por completo tras sufrir la condena de Juan XXII; pero no solo eso, sino que fue hasta 1953 (tres años después de la muerte de Schumpeter) que Dionisio Pacetti comprobó que Olivi era el verdadero autor del Tractatus de contractibus, obra en la que se pergeñó esta importante idea. En rigor, Pacetti había recuperado dicho tratado en un artículo de 1936, pero lo trataba en su calidad de ejemplar de Bernardino, por lo que no era nada fácil que alcanzara la atención de Schumpeter.

Pedro Juan de Olivi, por otro lado, no solo fue uno de los primerísimos precursores de la teoría del valor subjetivo, sino también de la distinción entre dinero y capital. Que yo sepa, su obra no ha sido traducida al español, así que me permito traducir un breve fragmento aquí:

Tratado sobre los contratos, primera parte, primera cuestión, secciones 9-11: «El valor de las cosas se mide según la mayor o menor complacencia de nuestra voluntad (beneplacitum nostre voluntatis) que provoque poseerlas. En efecto, usar algo [en el sentido propio de Olivi, donde el valor de uso (virtuosidad, según Bernardino) se predica respecto de aquellas cosas cuyas propiedades naturales son más aptas y eficientes para nuestra utilidad] es aprovechar o tener algo bajo el control de nuestra voluntad; por ello, una buena parte de su valor está medido por la satisfacción de nuestra voluntad —ya sea que esté más o menos complacida por poseer una u otra cosa».